Cuando Sarkozy llamaba chusma a los jóvenes de los suburbios parisinos que iluminaban su ira mal contenida con el fuego de miles de vehículos, estaba en realidad haciendo una descripción generacional. La chusma son los inmigrantes de tercera generación, tan franceses como Villepin pero a la vez tan invisibles como los sin papeles, como las putas, como los sin techo –colectivos éstos que apenas llegan a la categoría de chusma-. Pero la chusma son también los jóvenes de padre francés y madre francesa que acumulan contratos de tres días de duración, que se ven incapaces de construir proyectos vitales, que asisten impotentes al deterioro de sus barrios, de sus escuelas, de sus centros cívicos, que tararean tomber la chemise en la cola de la oficina de empleo. La chusma, en definitiva, es el segmento poblacional para el que se diseñan contratos como el CPE, para el que el mercado reserva las tasas de temporalidad más escandalosas, para el que la precariedad se intenta hacer pasar como un futuro habitable, para el que la autonomía y la independencia se esconden más allá de la utopía, para el que se acotan las opciones de ocio, de cultura, de socialización política, de ejercicio de la ciudadanía.
La chusma se ha visto las caras en Alcorcón. Hijas e hijos del extrarradio, buena parte de los problemas que atraviesan sus vidas son idénticos, por más que el sistema se empeñe en hacerlos diferentes. No hay un conflicto entre bandas, ni siquiera lo hay entre nacionalidades. Son vecinos más antiguos y vecinos más nuevos, como dirían en Nou Barris, pero todos ellos habitan en el filo de la navaja que empuña el modelo de crecimiento y de desarrollo dominante. Un modelo de desestructuración individual y colectiva que favorece que una cancha de basket se convierta en la coartada ideal para las navajas, los bates, las amenazas de muerte, los oentupaísomuerto y los racistaespañolvasamorir.
Pero a la periferia no le queda otra que ser territorio compartido, pues el aire y los anhelos de sus pobladores son a su vez compartidos. También lo es el futuro. Y el futuro de la chusma pasa por la unión y la cooperación. Pasa por saber identificar al enemigo común, y pasa por organizarse para proponer alternativas que dilaten los estrechos corsés en los que se ve obligada a enfundarse la vida. Pasa por mirarse a la cara y ver a un hermano, y contar con otro brazo para poder hacer más palanca.
La chusma somos todos, y mientras no nos demos cuenta, vamos a seguir pegándonos por una pista de baloncesto mientras otros imaginan los titulares que mañana avivarán nuestro odio.
Qué triste ver como personas que podrían compartir tanto, enrikecerse mutuamente, luchar por un mundo igual para todos…, sólo kieren matarse los unos a los otros.
Qué triste es, ver que nos encaminamos hacia las mismas situaciones y mismos problemas que han tenido otros países, como Francia, sin valernos estos ejemplos como aprendizaje, para no caer en los mismos errores.
Mirémonos a los ojos, el de enfrente no es tan distinto de tí como piensas, no va a kitarte tu lugar, tu vida, tu trabajo. Quitémonos el miedo a lo desconocido, construyamos entre todos Madrid, Alcorcón, España, Francia, Europa…
entrada acertada y genial en la ejecucion…si que es triste que en un pais ke ha sido gran inmigrante en toda la historia le de por la xenofobia, por la violencia al prójimo y por la demencia de verse mas fuerte… Salvajadas como estas nos demuestran que nuestro país, nuestro mundo aun anda en pañales y destruyendose.