En esto que la gente de Rompamos el Silencio, en el marco de la Semana de Lucha Social, se fue a la sede de la SGAE en Madrid a protestar contra la imposición del canon y la política de la entidad en materia de derechos de autor. Se pusieron caretas poco favorecedoras, descolgaron un par de pancartas, repartieron billetes falsos y poca cosa más. En fin, una acción directa no violenta con un marcado componente simbólico.
Y resulta que no son pocos y pocas quienes se han indignado con esta acción: «da la razón a la SGAE«, «identifica protesta legítima con violencia«, «esta pandilla de pelanas no va a conseguir nada«. Hay quienes incluso han rescatado el famoso «No en mi nombre» para desmarcarse de este tipo de acciones, asegurando que esta gente «no les representa«.
La verdad es que tanto revuelo no puede dejar de sorprender. De entrada, se trata de una protesta claramente lúdica y pacífica, a pesar de una fotografía que revela un mínimo forcejeo con un guardia jurado. Por otro lado, en ella ha participado gente fuertemente comprometida con la cultura libre y la lucha contra el canon, con un trabajo teórico y propositivo muy sólido en este ámbito; no se trata en ningún caso de «pelanas sin ideas» que sólo saben montar bronca. Pero es que aunque lo fueran, la acción directa es una forma perfectamente legítima de intervención política. Sólo faltaría que la única opción válida para manifestar el desacuerdo fuera escribir contra el cánon reiteradamente desde un blog o mantener debates vis à vis con Pedro Farré. La calle, la protesta pública, es una herramienta de movilización colectiva muy potente a la hora de visibilizar ciertos aspectos de la realidad que permanecen silenciados, y contribuye a dar salida al disenso de forma eficaz y, en muchos casos, creativa; en definitiva, genera sujetos políticos, actores con voz y con capacidad de acción propia.
Guillermo Zapata, en los comentarios a un post en el blog de Escolar, no puede resumir mejor lo paradójico de las reacciones desde buena parte del sector «anti-canon». Esperemos que sus palabras inviten a la reflexión.
En cuanto al objetivo [de la acción], es curioso que se señale justo aquí, donde sistemáticamente se sube información (a veces notas de prensa, a veces de humor, a veces opiniones) que se dedican a señalar a la SGAE como el enemigo a batir. Personalmente, creo que la SGAE es una parte colateral al problema y que la manera de vencerlo va por otro lado (por la extensión del procomun) pero criticar a una gente que se junta y va a demostrarles que están hartos de su política, me parece triste.
Me hace gracia que en un foro donde se ha hablado de las movilizaciones de estudiantes en francia con un claro signo positivo, ahora se dediquen a cuestionar una acción que es mucho menor en cantidad y cualidad (radicalidad) que las que hacían los estudiantes franceses (que por cierto, consiguieron más victorias que nuestro movimiento de «pedir y esperar» en vez de «tomar y hacer»).